Hace tiempo que dejé de escribir sobre situaciones cotidianas y vivencias propias de surf, fundamentalmente porque estos últimos años han sido de muy pocos baños y eso me llevó a vivir más del recuerdo del mar que del presente surfero.

Como me conozco, y soy de memoria frágil, sé que me gustará leer esto en algún momento del futuro, especialmente si no consigo coger olas con más asiduidad.

Dieguito del futuro:

A las 00:00 de hoy estabas en la cocina de casa cenando algo, ya que acababas de llegar en tren desde Madrid. Haberla liado con las vacaciones y reincorporarte dos días antes de lo que debía hizo que pudieses venir de finde largo. Gracias María por haber sido tan comprensiva.

Pusiste el despertador a las 7:00 ya que habías quedado a las 7:30 en el enganche de la autopista de Barro dónde te recogerían Fernando, Angelito y Anxo.

No conseguiste dormirme hasta pasadas las 1:30 y a las 6:30 estabas ya de pie. Te tomaste una buena taza de café y muesli que para muchos serían dos o tres raciones. Querías ir bien de reservas porque sabes que las mañanas de surftrip se hacen largas.

Te llevó papá al punto acordado y, con algo de retraso (estaba claro que alguno se dormiría) pusisteis rumbo al faro. Justo cuando salisteis de la utopista en Padrón, un amigo que había pasado allí la noche nos comentó que el mar, que según las predicciones crecía de madrugada, había bajado demasiado y que, con suerte habría una cuarta.

Como era de esperar, la indecisión llevó a una especie de brainstroming en el que planteásteis otras opciones en las que podría haber más olas. Doniños era el nombre que más se repetía, aunque también se escuchó Soesto, Castro o incluso Razo. Pensasteis en llamar a colegas de esas zonas, pero no eran horas para andar molestando con estas cosas. Después de unos diez minutos parados, que por su intensidad casi parecieron horas, ya que consultásteis todas las cámaras y webs de predicción que conocíais, decidisteis, sin que hubiese unanimidad, seguir con el plan inicial.

A tí te parecía la mejor opción. Personalmente preferías fallar con el plan inicial, que cambiar arriesgando sobre la marcha y, que al final el baño bueno fuese en el destino inicial. Además, el faro te flipa. Su entorno, sus olas. Su energía es mágica para tí. Incluso el camino te parece es precioso.

Entre los retrasos y las paradas para las decisiones estratégicas llegásteis pasadas las 10:00. Pudiste comprobar que el hotel Faro de Lariño estaba ya funcionando y que el antiguo campo de fútbol había desaparecido. Como desde el aparcamiento no se tiene una perspectiva clara de las olas, os acercasteis a verlas. La desilusión era evidente, pero intentabas animar al grupo diciendo que hacía solazo y las olas sólo podían mejorar mientras subía la marea. Nadie te escuchaba y Angelito te dijo que pensaba que ser tan optimista era malo.

Preguntaste en el hotel si podían guardar tu portátil. Te lo llevaste ya a que, aunque estabas de vacaciones, a las 15 horas tenías un Congreso en Ecuador. Tras dejar tus bártulos en la cafetería, os cambiasteis Anxo, Nahuel y tú. A las 10:30 estábamos ya en el agua. Los demás entraron más tarde.

Una vez dentro os disteis cuenta de que había más mar del que parecía y que, aunque estaba muy orirello, alguna abría. Érais sólo los cinco en el agua. Repartiendo, cogiendo y riéndoos. Eso multiplicaba las opciones de pillar alguna de las buenas que caía de vez en cuando. Todos sabemos que una buena allí hace que el viaje merezca la pena y durante diez minutos de gloria me cogí cuatro de esas que te ponen sonrisa de oreja a oreja. Justo coincidió en un momento en el que se metió un poco de viento de cara que hacía que algunas olas aguantasen un poco más. Sentías la necesidad de mostrarte agradecido y repetía “stay humble” como si este mantra fuese a mandarte más olas. No es algo que digas habitualmente, pero lo habrás visto en alguna serie.

Foto cedida por @joseamorandeira

Si tuvieses que describir las olas de ese día, nunca dirías espectaculares o épicas. Pero, sin duda, fueron tus mejores olas del año. Había mar. Fallaron los fondos y el viento, pero en general, todos pillasteis bien. Aunque al principio te costó adaptarte al calor de tu traje de invierno, haber nadado todo el verano en la piscina de tu apartamento de cayetano, hizo que estuvieses en buena forma para remar.

En tu última ola, una izquierda, te estampaste contra la roca del fondo y te dejó algo dolorido el hombro. Te dio igual porque estabas deseando contarlo al llegar a Madrid. La ola era mala, pero mereció la pena. Siempre merece la pena. Hacía rato que estabas estresado pensando que hora sería. Cuando llegaste al coche viste que eran las 14:08.

Al quitarte el neopreno tu cuerpo estaba lleno de arena. Decidiste ir a la ducha con la toalla enroscada y allí quedarte como dios te trajo al mundo. Tampoco es nuevo que te quedes así. Lo que si fue inaudito es que empezaron a silbarte desde lo lejos. No te lo podías creer, un grupo de chicos (y chicas) que habíais visto antes paseando por la playa estaban haciéndote gestos desde la cafetería del hotel.

Pocas veces en tu vida te habías puesto tan nervioso. Te tapaste como pudiste y al acabar de endulzarte fuiste a vestirte al coche. Una vez que ya tenías aspecto formal ( te habías llevado un polito en la mochila por eso de guardar la imagen) fuiste a la cafetería en la que habías dejado tu portátil. Allí el grupo de turistas que se metía contigo mientas te duchabas desayunaba tranquilamente. Como los escuchaste hablar mientras el camarero te daba la mochila, los saludaste con un ¡Good morning! Nada más reconocerte te preguntaron por qué te tapabas en la ducha. En un ataque de sinceridad, les dijiste que como llevabas horas metido en el agua, tenías “Little balls” y que si te sacaban una foto te hundirían para siempre.

Les hizo gracia lo de tus pelotillas y estuvisteis hablando mientras preparabas todo para conectarte a la charla. Eran todos como muy majetes y hablaban de Galicia con mucho cariño. Eso te gustó. Te dio pena que vuestras agendas fueran tan divergentes. Mientras elegías la mejor mesa para que el viento no te jugase una mala pasada con el micro, se despidieron.

A las 08:00 de Babahoyo (Ecuador) 15:00 en España, con la playa de Ancoradoiro al fondo pudiste hablar de una de las cosas que más te gusta, de tu trabajo como docente y de como abordas la enseñanza de las asignaturas de innovación y emprendimiento.

Estaba previsto que terminase a las 15:30, pero como te enrollas como una persiana y además hubo bastantes preguntas al final, acabaste casi a las 16:00. Tus mis compañeros de viaje estaban esperándome para comer. Y si, querían matarte.

En el trayecto de vuelta todos pensabais que ir al faro había sido la mejor opción que podíais haber tomado aquella mañana. Aunque en la conversación quedó claro que no todos lo experimentasteis de la misma manera, tú aseguraste que este 16 de septiembre de 20121 seguramente habría sido tu mejor día en lo que iba de año. Circunstancia que o habla muy bien de este día o muy mal del resto. Eso ya conclúyelo tú.

A las 18:30 te dejaron en La Lanzada porque estaban ahí papá y mamá. Te diste un baño y al irte te encontraste con Claudia la chica de Pontevedra que te encontraste en el aeropuerto de San José. Te hizo ilusión.

Mientras arreglas con papá unas cosas de internet, sacas tiempo para escribir esto. Ahora son las 23:30 y te mueres de sueño. Ahora que has cambiado medio texto son las 00:00 y te da una pereza terrible pegar esto en Instagram, pero en el fondo eres un flipado y lo vas a poner ya.

Tu corazón solo quiere decir, GRACIAS. Estás agradecido a tus amigos de la playa y a la comunidad surfera por acogerte siempre que vienes.

Love ya.

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