Con motivo del Día Mundial del Turismo, que se celebra hoy 27 de Septiembre bajo el lema «El turismo sostenible, una herramienta para el desarrollo» , he querido aportar mi granito de arena, rescatando un fragmento en el que se dejan algunas reflexiones sobre realidades del turismo de surf y que entre todos debemos trabajar para que esta situación mejore a nivel económico, ambiental y social.

Turismo de surf contemporáneo: ¿negocio sostenible?

En el siglo XXI, imágenes de olas perfectas vacías en localizaciones exóticas y remotas parece que se han convertido en el combustible que impulsa la billonaria industria del surf mundial que se compone de fabricantes, comerciantes, medios de comunicación y turismo. Con una creciente comunidad de surf en todo el mundo que se inspira en estas imágenes, el turismo de surf es un fenómeno que ocurre en casi todas las costas surfeables en todos los continentes del mundo, desde Islandia a la Antártida (Hawk, 2000; 2002:18).

Almost 6 years ago I sat in bed for almost a month with a staph infection in my leg. At one point the medically resistant strain MRSA was creeping up my leg creating red lines… I had a small panic attack I might lose my leg. Somewhere between working in Tahiti & Nicaragua I had gotten a tiny reef cut that was exposed & untreated. I had a lot of time to think while I was in bed immobile staring at two quarter size holes in my leg that were connected by a tunnel the bacteria had bore. I was really scared. It made much of the petty things & opinions I dealt with on a daily basis seem pretty minor. At a certain point I made the decision that warm water wasn’t for me, & decided to put my efforts elsewhere… It led me to explore places I never imagined I would, & experience pain in a totally new kind of way. The kind I welcomed. . . Pictured: @dionagius waits for the tide during the iceland section of ‘Strange Rumblings’ filmed by Joe G . A film that went on to win film of the year at Surfer Poll.

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El turismo de surf comenzó probablemente con surfistas pre-coloniales que llevaban a cabo viajes de exploración en busca de nuevos spots de surf hace más de mil años en las islas de Hawai (George, 2000). A día de hoy se ha convertido en un subsector altamente industrializado de la industria turística que cuenta con más de ciento cincuenta agencias de viajes especializadas en este nicho en todo el mundo (Borden, 2005; Warshaw, 2004) y miles de operadores menores especializados en fletar barcos de lujo a través de los océanos Índico y Pacífico. Este tipo de turismo abastece desde turistas que buscan hoteles de lujo con acceso exclusivo a olas de clase mundial como sucede en Fiji y en Maldivas, a perfiles más modestos que buscan alojamiento barato en construcciones modestas o incluso en casas de familias anfitrionas a lo largo de los destinos del mundo surf. (Ponting, 2008: 2)

Esta industria es geográficamente muy diversa e incluye los más famosos rompientes en Europa, África, Asia, Australasia, el Pacífico y las Américas. Las estimaciones más optimistas sugieren que la industria internacional del turismo de surf atiende a más de cien mil turistas anualmente y la facturación anual se estima en este ámbito en cifras cercanas a cientos de millones de dólares (Ponting, 2008). Por tanto, es evidente que se ha convertido en un importante segmento de los ingresos de la industria turística en algunos países en vías de desarrollo pues, por ejemplo, supuso el dos y el diez por ciento de las llegadas de turistas a Fiji (Tebbut, 2006) y Papúa Nueva Guinea (Ponting, 2008) en 2005, respectivamente. A pesar de lazos históricos popularmente percibidos entre el surf moderno y una divergencia de éste con los principales imperativos capitalistas, la industria del surf, incluyendo la industria del turismo de surf, perpetúa la lógica de acumulación de capital con poco respeto por las externalidades que produce como son los impactos ambientales y socioculturales (Barilotti, 2002; Ponting, 2001).

El surf se ha convertido sin apologías en un componente más del capitalismo global hegemónico (Buckley, 2003; Hammerschmidt, 2004). El cada vez más creciente número de consumidores compra el ideal representado por la ficción, el escape soñado de un Nirvana del surf (Henderson, 1999, 2001; Lanagan, 2002; Ormrod, 2005a, 2005b; Reed, 1999; Scheibel, 1995; Stedman, 1997), mientras que un número también cada vez mayor de comunidades remotas en algunas de las regiones menos desarrolladas del planeta se convierten en anfitriones pasivos de este número creciente de turistas de surf a la vez que son marginados de los beneficios económicos que el turismo de surf puede proporcionar.

El turismo de surf suscitó así otro debate sobre el desarrollo económico de las regiones postcoloniales del mundo. Muchos de los destinos de surf estaban localizados en territorios previamente conquistados por europeos y que actualmente son estados independientes. En este escenario, el turismo del surf, dependiendo del prisma con el que se mire, podría aparecer como una bendición para estos nuevos estados o ser visto como otra forma de imperialismo (Ponting, 2008: 50-54). Turner y Ash, en su obra The Golden Hordes, desarrollan una concepción crítica del turismo “El turismo es una invasión exterior de los centros metropolitanos altamente desarrollados, hacia la periferia incivilizada” (Turner y Ash, 1975:129)

A mediados de los noventa estos nuevos destinos estaban tan masificados como las playas más populares de California o Australia, con ocasionales peleas por las olas, por lo que los viajeros empezaron a preguntarse si realmente tenía sentido viajar a estas latitudes. Otros sin embargo se planteaban qué estaban dejando ellos en los destinos que visitaban, ya que los surfistas generaban muchas basura en lugares donde no existía tratamiento de residuos. Destinos como Bali llegaron a tener dos millones de visitantes en 2011, lo que significa muchos complejos para alojar a toda esta gente y, consecuentemente, basura en las playas y en el agua, produciendo incluso infecciones en la piel y la muerte de los corales. Sin embargo, los turistas no sólo traen contaminación, sino que además de dinero, traen también desarrollo médico a estos lugares del tercer mundo. De hecho, enfermedades como la malaria están cada vez menos presentes en estas comunidades.

En ocasiones parece que los surfistas olvidan el factor fundamental de viajar, que es experimentar con otras culturas ya que en el barco surfean con otro grupo de occidentales, beben cerveza y juegan a las cartas. Se retoma entonces la vieja distinción entre viaje y turismo. El viajero acepta dificultades durante su búsqueda de la auténtica experiencia, mientras que el turista es el producto de la industria del ocio. (Ponting, 2008)

(fragmento de la tesis doctoral: El mundo sobre las olas. Perspectiva de desarrollo turístico a través del surfing)

Diego Santos

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